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Los “Hueleguisos”
Marilú Huertas C. - Feb. 2008
Mi mamá suele llamar "hueleguisos" a aquellos seres con un desarrollado sentido del olfato, capaces de reconocer donde
hay una comilona a kilómetros y que de la nada se zampan a fiestas ajenas para tomar cervezas sin gas…, sin gastar un real.
Estas personas son también conocidas como paracaidistas, buceadores, zampones o colones. Como en todo, existen tres niveles de "hueleguisos"
antes de llegar a ser "profesionales".
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La familia Schubert llegó a conocer a los multifacéticos peruanos de forma inesperada.
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Los del "nivel básico" se distinguen al toque por su facha, entran de manera prepotente a un evento ajeno, están mal vestidos
y no tienen un buen pretexto para justificar su presencia. Dicen que vienen acompañando a los músicos o mayordomos, lo primero
que buscan es el refrigerador, y de remate, se quejan si las cervezas no están bien heladas. En estos casos sólo se necesita un
primo fornido quien los saque al instante sin hacer mucho roche.
Los del "nivel intermedio" gozan de la gracia de la duda. Entraron a los quinceañeros con la excusa de recoger a su hermana
o prima y aunque ya algunos se dieron cuenta de que son "aliens", son recatados y por la pinta de señoritos bien educaditos
que se manejan, nadie se atreve a avergonzarlos y a preguntarles si acaso están parasitando; después de todo, por una boca más
que alimentar, no se va a aguar la fiesta.
Los "hueleguisos avanzados" son un poco mayorcitos para los quinceañeros y ya se han especializado en matrimonios.
Son aquellos que en media hora se enteraron de todo el currículum vitae del novio y convencen al escéptico padre, que el
"peor es nada" de su hija es un tipo con gran potencial, y que gracias al él se tendrá una vejez asegurada.
Los "hueleguisos profesionales" le quitan el micrófono al animador de las fiestas para mandarse un discurso chamullero,
que hace hasta llorar a la más verde de las suegras. Su frase favorita es "qué bonita familia, qué bonita familia".
Tienen el don de reconocer rápidamente a las tías solteronas cincuentonas y bailar con ellas con más temperamento que Joaquín Cortés.
Y no sólo eso, ayudan a las viejitas a subir y bajar las escaleras, coordinan el flujo de chelas y acompañan a las señoritas
a tomar el taxi, apuntando el número de la placa del taxista para hacerlas sentir más seguras.
Fueron el alma de la fiesta y sus caras aparecen en las fotos de recuerdo, su nombre es una incógnita.
Algunos piensan que fue un amigo de la primaria del novio, del cual se perdió todo rastro.
Muchos ni siquiera se llegan a enterar que tuvieron a un "hueleguiso" en sus fiestas y hasta a veces se preguntan
si simplemente se trataba de un ángel caído del cielo, medio chelero eso sí, pero ni los ángeles son perfectos.
También hay chicas paracaidistas, pero ellas son más recatadas y por lo general bienvenidas, pues no toman tanto
y bailan bien. El único problema es cuando son extremadamente atractivas y se vuelven el punto central de la fiesta,
dejando a más de una celofana y con la pregunta: ¿Y ésta, de dónde salió?
Una vez, acá en Alemania tuve una experiencia con "hueleguisos".
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Aprovechando que era verano y que había una parrilla, me ofrecí
preparar anticuchos para el cumpleaños de Klaus, un chico alemán. Llamé a Carmelita, una peruana a quién recién había conocido,
para preguntarle si ella tenía una receta para hacer los anticuchos, pues yo nunca los había preparado antes. Como a esa fiesta iban
a llegar puros hombres, Klaus, me dijo que la invitara y que viniera con una amiga. Horas después la mamá de Klaus me llama confundida,
diciéndome que no pensaban hacer una fiesta infantil. En eso veo un cochecito de bebé entrando a la casa. Era la amiga de Carmelita
con esposo, bebé y hermano. Tratando de salvar la situación, le expliqué a la señora de que los peruanos éramos seres muy
familiares y los niños van a la cama más tarde que los alemancitos.
Una media hora después el timbre sonó de nuevo, era el amigo del amigo del hermano de la amiga de Carmelita,
quién había traído a su vecino. Y así siguió sonando el timbre, hasta que llegaron en total trece personas, la mayoría peruanos,
pero también un brasilero, un argentino y dos españolas y Carmelita, la única a quien yo conocía.
Eran las dos de la mañana y el teléfono seguía timbrando, porque otros amigos de los amigos de Carmelita no encontraban
la dirección y preguntaban, si aún había anticuchos. Y los padres de Klaus, quienes ya estaban muy cansados, no podían
irse a dormir, pues la gente no se quería ir, por lo que tuve, muy disimuladamente que despachar a los "hueleguisos" a sus casas.
Si no quieren pasar vergüenza o hacerla pasar a inocentes como yo, les doy aquí unas recomendaciones:
Si alguien los lleva a una fiesta a la cual no los invitaron directamente, indaguen si ésta es privada o si la
intención es conocer gente nueva y hacer amigos. Si es privada, eviten llevar a más personas, y si quieren llegar
acompañados, pregunten directamente al anfitrión o anfitriona si ellos lo desean. Si son mujeres, no empiezen con
eso de que tienen miedo de caminar solas en la noche y necesitan llevar mínimo a dos amigas, pues ya se encontrará
a alguien quien las acompañará de regreso a sus casas, al menos al paradero.
Vengan sólamente con aquellos, a quienes los han conocido también en estado etílico, pues no faltan los que
se ponen melosos con las chicas, o los que se olvidan de quién es la pareja de quién, y se ponen descaradamente
a sacar plan con la persona equivocada. Si se trata de un cumpleaños, pregunten por el nombre del agasajado o de
la agasajada, reconózcanlos y dénles un abrazo.
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Y no se olviden de llevar un vinito, muchos lo prefieren tinto, seco y
que cueste más de cinco euros; o para las damas, un bonito ramo de flores.
No sé si es justo llamar "hueleguisos" o "hueleanticuchos" a los amigos de Carmelita, o si sólo fue un mal entendido
y pensaron que estaba haciendo, tipo Perú, una anticuchada pro fondos; nunca lo sabré, muchos ya están de regreso
en nuestro país.
Aunque honestamente pienso que algunos si eran "hueleguisos profesionales", pues salvaron la fiesta de Klaus.
Y es que este chico tenía entre sus amigos fama de aburrido por ser un típico "nerd" y por eso casi no llegaron sus invitados; así que hubo comida
y trago suficiente para todos los extraños. Y pasado el “choque cultural”, la gente entró en confianza y como en toda fiesta peruana,
se armó el bailetón del año, con trencito y todo.
No faltó el que sacó a bailar a la mamá del anfitrión, le enseñó sus primeros pasos de salsa y la invitó a visitar el Perú.
Después de todo, pienso que no dejé una mala impresión, pues al año siguiente la familia me invitó de nuevo y me pidió
que volviera a invitar a todos esos amigos tan espontáneos. Claro que esta vez, ya aprendida la lección, les advertí
que no invitaran a más gente.
Creo que hasta ahora, esos dos cumpleaños han sido las mejores fiestas que la familia Schubert tiene en su recuerdo.
Y es que nuevamente, y esta vez con más alemanes, la fiesta fue un todo un éxito.
Klaus, que no era muy divertido que digamos, se había convertido en el el rey de la jarana y es ahora conocido por organizar
"voll abgefahrene Partys" (¡Fiestas de rompe y raja!).
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Glosario coloquial limeño
- Comilona: fiesta pública o privada donde hay comida en abudancia.
- Guiso: Comida típica también en el Perú con papas, carne, arverjitas y zanahoria.
- Celofana: celosa.
- Chamullero: palabradeor, palabrero.
- Chelas: cervezas ; chelero: aquel ser que le gustan las cervezas. Una palabra suave para denominar a un borracho.
- Sacar plan: en el sentido de enamorar para hacer una cita.
- Roche: vergüenza. "hacer roche": crear una situación embarazosa, vergonzosa.
- Zampan, de "zamparse": entrar sin invitación. La palabra "zampón" o "zampona" denomina también a alguien
que no
respeta el turno al hacer la cola, metiéndose, en su mayoría, disimuladamente por delante de un ingenuo.
* Los nombres utilizados en este artículo han sido cambiados. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
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A propósito de los eléctricos
Marilú Huertas C. - Dic. 2007
Cuántas veces hemos tildado de huachafos, atorrantes y hasta alienados a aquellos que se fueron del país y que al regresar
ya no podían hablar como cualquier peruano común y corriente. Qué pesada nos caía aquella vecina, que estando un corto tiempo
en Argentina nos trataba a todos de "Ché", aquel amigo que contestaba todo con oui, oui, o aquella colega quien después de
haber estado en España un par de meses sacaba la lengua exageradamente para pronunciar la "z".
Y ni que hablar de aquella profesora que se fue a los "Yunaites" y regresó pronunciando como ou, todo lo que terminaba en "o".
Hace poco un correo electrónico enviado a APECIA solicitando los servicios de un "eléctrico" causó un poco de controversia. Tratando
de rescatar a la lengua de Cervantes, alguien imploró usar la palabra correcta, que según el Diccionario de la Real Academia
de la Lengua Española es "electricista". Otros más comprensivos hicieron mención al cambio que sufre nuestro idioma al vivir afuera.
Aleñol, Spandeutsch, son algunos de los nombres que se le da a esta mixtura lingüística.
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Yo creo que la metamorfosis lingüistica empieza con la introducción de palabras que denominan objetos que no nos son familiares.
En mis tiempos de chica Au-Pair, conocí a una peruana con la que me iba al "Spielplatz". "Plaza de recreo" nos sonaba algo raro;
en mi niñez sólo había para mí algo parecido en el Parque de las Leyendas, a lo que yo le llamaba "los columpios".
Como recién llegada de Lima, el único sistema de trenes dentro de una ciudad que conocía eran las columnas de lo algún día sería el
tren eléctrico (que algún día funcionará, espero). Yo, que a las justas podía diferenciar entre una "combi" y una "cúster" me sentía algo
"überfordert" con el sistema vial alemán y por eso prefiría tomar el S-Bahn, U-Bahn o Strassenbahn y no el metro, subterráneo o tranvía.
A mí me sorprendió mucho, cómo muchos hispanohablantes llamaban a los extranjeros. Me hablaban de los "marrocanos"
(y yo corregía: perdón, se dice "marroquíes"), de los "iracos" (iraquíes), los "rusos blancos" (bielorusos); de la chica
de Mongolia ¿es una mongólica o mongolina? (correctamente es "mongola").
Lo que mí hasta ahora me cuesta, es saber los nombres de los habitantes de la ex Unión Soviética, bueno, eso ya es un capítulo aparte.
No se sientan mal si han cometido ustedes también errores, pues no somos los únicos que ignoramos las nacionalidades en nuestro propio idioma.
Pregúntenle a sus amigos alemanes cómo se les llama a los que vienen de Panamá (der Panamaer) y a los Guatemala (der Guatemalteke)
para que vean que las respuestas no son siempre rápidas y correctas. Algunos dicen que Chávez es "Venezuelaner" y no " Venezolaner".
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¿Llamanos a las ciudades por su nombre en español? Casi nunca. No es que nos vamos a Mainz y no a Maguncia. ¡Ah! por si acaso,
la traducción de München es Munich y no Münich. Para muchos, Renania Palatinado suena más a un plato de comida que Rheinland-Pfalz.
¿Vives en Frankfurt am Main o en Francfort del Meno? Ojo que traducir todo no es una buena idea. Suena mejor decir Darmstadt,
que "Ciudad del Intestino" y a Wixhausen, dejémoslo allí.
Me parece fascinante como una se familiariza con cosas que nos parecían difíciles de comprender en las clases de alemán.
A veces, cuando hablo por teléfono a Perú se me sale un ¡doch! así, espontáneamente. Pensar que un par de años antes,
esa palabra me parecía súper rara. Hablando de raros, una amiga me contaba que un chico de la universidad, quien la había invitado
un día anterior a tomar café no le volvió a hablar y por eso se sentía cómica. Disculpa, ¿cuál es el chiste, o quierías decir "rara"?
¿Cuántas veces hablamos como dicen en Lima "piedras", por no decir "rocones"? La mezcolanza idiomática no respeta barreras
culturales, y hasta la frase más vulgar no se libra de ella.
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A mi me choca todavía cuando las mujeres hablan groserías, sobre todo si se trata de la mamá.
Sin embargo, me vino un ataque de risa cuando una colega venezolana discutiendo por teléfono con no sé quién, lanzó un "coño de su Mutter".
¿Se han preguntado, que sería si Martha Hildebrandt viviera entre nosotros aquí en Alemania?
Quizás al principio nos corregiría hasta las comas, pero al pasar un tiempo, hasta a ella se le harían de vez en cuando líos
en la cabeza al tratar de evitar que se le escape una palabra en alemán. Sin embargo es recomendable tratar de escribir y hablar
bien el castellano. No vaya a ser que terminemos como Toledo, quien traducía palabra por palabra frases en inglés que no tenían
sentido en español y era el deleite de los lingüistas. Teóricamente (y no teoréticamente) es posible que muchos de ustedes se
queden el resto de sus días por acá como pensionistas (y no "pensionados") y hagan de su lenguaje una ensalada de frutas.
Como consuelo puedo decir, que el castellano también corrompe al alemán. Un colega me comentaba sus experiencias con
el "tropicalisches Wetter", yo, haciendo una enmienda y le digo "tropisches". El, casi jalándose los pelos, exclama:
¡Tantas veces le he corregido a mi esposa, y ahora termino hablando como ella! Algo parecido pasa con el "dich" und "dir".
Un idioma es un ser viviente que se adapta y cambia según su entorno. No podemos ponerlo en un sitio estéril para librarlo
de cualquier contaminación. Sino porqué creen que el autor del libro "Der Dativ ist dem Genitiv sein Tod", está ganando una millonada.
El tiempo que se necesita para empezar la alemanización es muy variable. Algunos son expertos en imitar sonidos y aunque la
gramática alemana no sea muy correcta, la pronunciación es tan buena, que parece que hubieran vivido una eternidad aquí.
A estas personas se le nota más rápido el Spandeutsch, si es que carecen del don de separar totalmente los idiomas.
Yo pertenezco al caso contrario, a aquellos que mejor analizan una oración antes de decirla, y con ello el alemán se escucha
menos fluido. Por eso, el peligro de cambiar mi castellano me parecía más remoto y así, pensando de que no me tildarían de huachafa,
atorrante o alineada, regresé por primera vez al Perú segura de mí misma.
Un profesor bromeando decía que yo hablaba como "cachaco" y yo le decía: cuando no, los prejuicios de la época de los nazis.
Claro que eso era sólo en broma. Sin embargo, una vez discutiendo sobre el rol de la mujer en la universidad, comentaba yo,
que los alemanes me parecían bastate "conservativos", pues en la facultad de biología no habían casi profesoras.
Entonces, la menor de mis primas, muy tierna ella, me llamó a un costado y me dijo: Escucha, aquí se dice "conservador"
y no "conservativo". ¡Acuérdate, conservativo suena a preservativo!
Así me dí cuenta que después de un año mi castellano había cambiado…y mi primita también.
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